martes, julio 21, 2009

COMO SERVIDO EN BANDEJA

Estuve viendo esta peli francesa, muy buena, algunos ecos de la experiencia de cada uno de nosotros, como profes o como alumnos, como vivientes pensantes.Entonces asocié ideas varias a lo que había visto, y Francois, el protagonista, me resultó un interlocutor interesante.Comparto estas asociaciones varias, a ver si nos interroga.

Casi al final de la película (Entre los muros, francesa, me la recomendó mi maestro, es sobre maestros,) el profesor de francés pregunta a sus alumnos adolescentes qué aprendizajes realizaron durante el año. Una joven se acerca, cuando el maestro queda solo y le dice que no aprendió nada. Para el maestro eso no puede ser, “no entiendo lo que hacemos”declara la muchacha. Exacto. Es lo que ocurre durante toda la película, (y me temo que durante muchas situaciones educativas) , que no entendemos lo que hacemos, no entendemos, no entienden, no nos entienden, no nos entendemos, jamás nos entenderemos, porque para aprender hay que “prestar” atención, “copiar”, “cumplir” consignas, “callar”, “quedarse quieto”.Anular el acontecimiento vital de aprender, anular el deseo, y junto con el deseo el cuerpo.Lo cuál se consigue por la anulación de la palabra, a través de la asimetría del poder y su estancamiento. Haciendo del “yo puedo, tu no puedes”, la frontera última. Evitando acontecer y acontecimiento. Evitando entendernos. (Hace un rato habría que haber citado a Foucault, y justo aquí a Cerletti y en un rato serán indispensables el entrañable Freire y Pichón Riviere, pero los convoco a una cita y no a una cita).

En fin, que este es el final, y se empieza por el principio. (Decía mi maestro de sexto grado).

A los dos minutos de empezada la película, pausa, y a buscar mi libreta, mi lapicera y mis anteojos. (Mi traje de profe de pedagógicas, y Reflexión sobre la Práctica Docente que no dejo de ser).Hago lista de tics docentes: señalar en una lista los buenos y los malos alumnos, golpetear la mesa para que callen, cambiarlos de lugar, disciplinar con el tiempo perdido, comparar con institutos mejores. Hum, raya al medio en la hoja de mi libreta y de un lado positivo y del otro negativo, los cartelitos con el nombre, y siguen… Estoy haciendo lo mismo que él, ambos internalizamos un modelo de autoridad que divide las aguas, el maestro Moisés.

Idénticamente a los otros profes de mi escuela, digo, de esa escuela, y el director, dividen aguas, sacan números, promedian, hacen una taxonomia de faltas y sanciones que se fagocita a sí misma. Especialmente el de Historia, que quiere que lean a Voltaire, filósofo de la escuela de la vida y se afana a su vez en clarificar los grados de aplicación de las sanciones. Hay voces disonantes, que impelen a valorar, pero claro ahí el método se muerde la cola porque si tiene muchos puntos que ganó tiene muchas faltas para cometer el sospechoso…el alumno. Todo vuelve a punto cero, como con cada disrupción y cuestionamiento importante en esa sala, dejando paso a la urgente máquina de café, o al brindis , eso que no está mi compañero M vociferando contra los negros de Grand Bourg, o la profesora P que no sabe como estos pibes de José C Paz llegaron al secundario.

La palabra esgrimida como arma blanca, corta profundo: “veo que son incapaces”, “están peor que”,”parecen de dos años”¸ “si tuvieran la edad que corresponde”, “los dejaré en paz y no llegarán nunca a nada” .Y ahí Melpómene, la musa de la tragedia viene arrancándose los pelos: ¡no lo soporto!,¡no valen nada!¡no te registran! Bajeza…mala fe… ¡quedaos en vuestro barrio marginal! Repite el ritual de la disculpa, con estas palabras, con mis palabras. Y que reine la disciplina. “ponerse de pie no es signo de humillación”.Atención.He aquí el enigma: Esmeralda es la mayor catástrofe. (Vase)

Pero a mi Francois me cae. Bien. Me cae bien. Esta molesto. Y eso me gusta. Ese malestar es un punto de partida. No esta convencido, intenta, busca, da vueltas, da respuestas, se siente provocado, arriesga, discute. Le duele en carne viva. Acierta a bajar las escaleras y hablar en el mismo terreno .Se devela cuando dice: ustedes pueden decir cualquier cosa, y cuándo la digo yo se arma este quilombo, juego de desautorizaciones y de despoderarse de ambos lados. Juego de coacciones y denuncias y castigos que aprendieron de él y de todos los que son como él.

Pero a este maestro los pibes estaban dándole señales. A este y no sabemos si a algún otro. Le eligieron desde ese magma de significaciones que se mueve en lo profundo de un grupo, para exigirle que escuche. Lo que le falta a Francois son oidos para oir. Pero está cerca, porque tiene con qué, ha instaurado un par de veces la palabra del otro, aunque la mediatizó con el debate de opuestos, dejó fluir sentimientos e historias, aunque las volvió a mediatizar con una tarea, aceptó otra propuesta con las fotos de Soliman.

Pero siempre desde él, desde lo que él puede, desde lo que él sabe. Desde lo instituido que organiza, quema, hiere, marca. No profundiza, deja pasar signos y señales. No provoca acontecimiento.

Pero la palabra negada se hace para si misma un camino y el cuerpo callado busca una voz. Emerge mestizada:

El propio nombre no negado y negado con dibujitos en el cartelito; “no tengo mis cosas, lo voy a hacer en casa, casa, casa, casa” (escuchá Francois CASA); “ hable como alguien normal, como nosotros” (despojese un poco profe, deconstruyasé, baje un cambio) ; “ usted se pasa” , (límite, ud también tiene limites, Soliman y usted son limitados); “ la toma conmigo”, quiere doblegar, amenaza, “¿realmente le interesan nuestros sentimientos?”; “ no me pueden comprender”, burgués, usan el concepto burgués, empezá de ahí compañero maestro, te la dieron servida en bandeja.

Bien, rechazan la palabra dominante, y se colocan enteros en la autobiografía. Están interesados en su singularidad. En sus disrupciones de la vida de probeta de la escuela: “no me gusta ir a ver a mi hermano a la cárcel”.Tal vez, Francois, cuando te preguntan para que sirve tu materia, te preguntan si sirve para no ir a la cárcel que no es poco. O no ir al destierro. El gótico te hace una declaración de principios liberales y salís con eso de: como es que son libres si se visten iguales. Vos que te pones el traje, loco. Me cansaste. Ahí hay una palabra. Anidala, dale ventanas, por donde salir, y desplegar aleteos. Inconclusos, como todo.

Pero ya está montado el tribunal, (y Foucault se regodea de la escena, y saca la libretita), y se juzgan conductas y saberes. El director: -No estamos para vengarnos sino para que reine la disciplina. ¿Entiendes la diferencia? -No, - dice Soliman - y no, yo tampoco, ellos menos. He aquí la cuestión, ¿Cómo entender las diferencias? ¿Cómo comunicarse en la diferencia? ¿Cómo hablar en distintos idiomas? Simétricamente. Pero habría que encontrar una palabra que lo diga y que suene a camino. A mitad de camino porque diferencia es una palabra que se entiende mejor si se deletrea desigualdad. Es la clave.

El maestro de sexto grado cuando te portabas mal te preguntaba que querías hacer. Me preguntó que quería. Me preguntó por mi deseo. Me hizo quitarme la máscara, por un instante. Que alivio. Francois cree la máscara de omnipotencia despreciativa de los adolescentes. No ve detrás. Y ataca, no se da cuenta que puede. Desvaloriza.

Esmeralda ha leído la Republica (a él le parecía imposible Voltaire, l que criticaba a Leibniz, sí, que hablaba de lo mismo que hablaron tus pibes en clase de ideas y percepciones) y se enteró del maestro que pregunta sobre todo, aunque no sabe el nombre. Pero no lo aprende en la escuela.

Tarea. Francois: lea pedagogía del oprimido de Freire y escuche más. Y hágase una máscara hombre, practique, juegue roles, no puede andar derecho y siempre desnudo, ante tanto absoluto normativo. Juegue un poco, como cuando al final de la peli juega a la pelota. Observe, como cada uno juega como puede y donde puede, y si no puede canta desde afuera, acompaña, sigue el juego con la mirada.

Me saco los anteojos y dejo la libreta. Dejo el entusiasmo pasajero y me acuerdo que la escuela terminó así como la conocemos, no existe, es una máquina de negar, una maquina ideológica de la desigualdad que está puesta en automático. Me entran ansiedades de demolición. Pero todavía no hay otra cosa.

Mientras me acuerdo algo que pensábamos una vez con mi grupo de investigación (a pulmón) sobre prácticas docentes parafraseado de otros autores: la imposibilidad de no enseñar, la imposibilidad de enseñar en el discurso dominante, la imposibilidad de enseñar de otra manera.

Esa investigación nos llevo a pensar en tres ejes: cuerpo y cultura, arquitectura institucional e identidad, narración y sujeto pedagógico.

Encontramos que el entrenamiento de los profes debe contemplar que la educación se ofrece a un sujeto colectivo: el grupo. (Que vivas ya lo habían encontrado otros, pero lo recuperamos)

Y que el punto de partida de la enseñanza surge del emergente del magma de significados (a veces cambiantes) grupales y en todo caso se pone en diálogo con el discurso dominante.

¿Cómo le habrá ido a Solimán?